Manipulación de Masas. LA CULTURA DEL MIEDO.

Y mi experiencia con los CONDONES.

Por Juan carlos Poó Arenas / 23 de Noviembre de 2020

Mi experiencia en la COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN DE MASAS

Quienes me conocen, saben que desde hace largos años, me he dedicado, entre muchas otras cosas, a investigar, experimentar, ejercer y analizar a fondo el intrincado proceso de la comunicación humana, especialmente en lo que se refiere a la INFORMACION y COMUNICACIÓN DE MASAS.

Desde luego, el haber aprendido a ejercer desde los 10 años de edad ( ya son 49) la comunicación a través de radio, prensa, televisión, publicidad y redes sociales, me ha profesionalizado y dado las bases y los elementos para conocer a fondo, interpretar, y convertirme no solo en ejecutor, sino también en un serio analista crítico, pudiendo hablar con asertividad acerca de la MANIPULACIÓN DE MASAS, pasión entre muchas, que me ha motivado para escribir y difundir tanto mis experiencias personales como algunos de los  conocimientos adquiridos.

Por ello les puedo asegurar que no toda la manipulación de cerebros requiere profundos conocimientos de técnicas psicológicas.  Muchas veces, manipular masas se da de manera intuitiva y espontánea, e incluso en ocasiones, involuntaria. Pero siempre, se da a través de la generación de mensajes -positivos o negativos, intencionales o no-,  que promuevan ideas de autosugestión,  o motivando la histeria colectiva de forma sencilla mediante la creación de un estímulo simple dirigido a  grupos con intereses afines y donde, en la mayoría de las veces, el fanatismo provee el caldo perfecto para cocinar el estímulo adecuado.

Se puede así manipular a través de ideas, conceptos y movimientos como el feminismo, el racismo, la política, el veganismo, el animalismo, el pacifismo, el sexualismo, la desigualdad, el armamentismo, la religión y las creencias mágicas, el consumismo; incluso a través del deporte. Todo, absolutamente todo, es manipulable y canal de manipulación.

Manipulación Emocional. El ETARISMO.

También se puede manipular la mente individual y el pensamiento colectivo enfocando los mensajes hacia los periodos etarios de las personas (entiéndase por ello las afinidades generacionales).

Por ejemplo, en redes sociales se abren páginas de «Chavos Rucos» ( término nuevo) por todos lados, y las personas de mi edad automáticamente y sin pensarlo comienzan a considerarse a sí mismos como tales por ese instinto de pertenencia y esa necesidad de aceptación grupal segmentada tan característicos del ser humano. Así, al autodenominarse  » Chavos Rucos», comienzan también a interactuar con personas de la misma edad que, muchas veces, no tienen afinidad alguna de experiencia social con ellos, pero los une ahora ese lazo inseparable, no por ser mexicanos, hombres o mujeres, sino » Chavos Rucos», una percepción generacional muy diferente de la forma como se percibían a sí mismos nuestros padres a esta misma edad.

Desde luego, la mayor parte de las personas, no se percata que esta segmentación auto acogida, o bien ha sido fabricada por los intereses mercadológicos, o bien es de gran utilidad para ellos. De cualquier forma, no hace daño, hasta que comienzan los enfrentamientos por diferencias de experiencia, de género, de localidad, o  intelectuales, o culturales, o educacionales, o socioeconómicas e incluso deportivas. Sin embargo, el sentido de pertenencia y categorización impuesto artificialmente, ya ha sido implantado. Como dije, no hace daño. Pero vale la pena pensar en ello.

A este respecto, surge a la par el etarismo negativo, conocido también como «edadismo» (término que se escucha bastante simplista e idiota), pero que viene siendo esa nueva  estereotipificación contra personas y colectivos por motivos de su edad cronológica, ya no solo su edad cronológica en relación con su madurez mental y con su sensibilidad emocional, como el » chavoruquismo» (término que acabo de acuñar para la historia de las letras cultas) que aplican y generan creencias implantadas estratégicamente y que justifican la discriminación colectiva y la auto discriminación al reducir la autoestima del individuo que a su vez lo despersonaliza por ser clasificado como grupo y no como individuo diferente de los demás. Les doy un ejemplo:  

Cuando les dicen,  «ERES PERSONA DE ALTO RIESGO«, ¿Qué sienten?

Muy utilizado ahora en épocas de  «pandemia» por los gobiernos y las instituciones sanitarias para referirse a la población mayor de 60 años (desde luego también a gente vulnerable con cierto tipo de enfermedades y padecimientos preexistentes), este término -independiente a ser un honesto aviso preventivo-, es creado y empleado también para manipular y generar discriminación, auto segregación  y autosugestión, donde la idea del «MIEDO» se implanta de manera intrínseca y no circunstancial al drama del término en cuestión.

De esta forma, los individuos considerados y auto considerados de «Alto Riesgo», han comenzado a percibirse a  sí mismos como personas vulnerables, débiles  viejas e incluso  inútiles (aunque no lo sean), para la sociedad fuerte posicionada ahora como los menores de 60 años. Desde luego, este grupo posicionado como “débil”, también es utilizado como influyente (lo que en jerga de  mercadotecnia se conoce como «influencer»), para generar control en los grupos más jóvenes, más rebeldes, menos reactivos al miedo  y menos abiertos a la obediencia y control social, so pena de contagiar al grupo de mayor riesgo.

El surgimiento del SIDA como Medio de Manipulación

Recuerden que lo mismo sucedió cuando surgió el SIDA en los años 80’s y las instituciones sanitarias y gobiernos manipularon la poca información con que se contaba  y apuntaron el dedo hacia los homosexuales como los  principales transmisores de la enfermedad,  achacando así el término «PERSONA DE ALTO RIESGO» únicamente a los homosexuales, generando con ello no solo una gran discriminación  hacia un colectivo que aún no tenía la fuerza que hoy en día posee, y hacia muchos individuos que no lo merecían, sino la propia auto exclusión del individuo mediante la implantación del miedo en su quehacer cotidiano, en sus relaciones interpersonales y en su comportamiento social.  La sociedad entonces, se ensañó con ellos, hasta que el tiempo dio la cara y no se pudo ocultar más que el alto riesgo estaba en todos lados, y que el principal transmisor de SIDA era la promiscuidad entre homosexuales tanto como heterosexuales, la infidelidad, la deslealtad, la falta de protección sexual, la drogadicción, la carencia de cuidados sanitarios en las mismas instituciones sanitarias que apuntaron los dedos hacia afuera al no contar con protocolos responsables al momento de recabar sangre o realizar  transfusiones por el empleo de jeringas reutilizables, entre muchos, muchísimos otros factores de transmisión. Debió haber un comienzo, pudo ser por algún factor, pero todos, en general, todos, nos convertimos en Personas de Alto Riesgo, tal como ahora con el famoso COVID 19, no se dejen engañar.

Para entonces, y me regreso a la época de inicios del SIDA, las personas con mayor criterio, los más perspicaces, los más analíticos, los que todo cuestionan, supusimos que la enfermedad provenía de un laboratorio y no de la relación de un hombre depravado con un simio en África, como siempre nos lo afirmó la hasta entonces versión oficial, avalada por la mal reputada Organización Mundial de la Salud entre otros organismos de control sanitario mundial, donde ante la posibilidad como otras muchas, ni siquiera existía evidencia probable de tal afirmación ya que no podían comprobar la procedencia de un paciente cero. Pero sí se podía inventar y dramatizar muy al estilo de Oscar Wilde o Edgar Allan Poe, o como la más obscura  historia Kafkiana, que algo siniestro sucedió de repente; que un virus mortal y apocalíptico surgió repentinamente por generación espontánea, en lo más obscuro de las selvas de un misterioso e inexorable continente, el llamado Continente Negro, y que de la sórdida y perversa participación de un hombre de raza negra en relación con un gigantesco gorila, se generó una enfermedad que llevaría a la penitencia a través del propio pecado a todos los homosexuales del mundo. Carajo… ¿Acaso no les suena algo parecido a la historia de Wuhan?

Ojalá de verdad, desearía que a todos los que maltratan y explotan animales aquí y allá  se los llevara Pifas… o el diablo, o la china poblana… como quieran. Pero las historias de la generación espontánea de virus contemporáneos debido a la zoonosis, distan mucho de la realidad, y las historias creadas alrededor de ellos y difundidas por los grupos de poder más fuertes a través de sus instituciones de control sanitario, son fácilmente implantadas en la credibilidad popular de quien ya tiene MIEDO. Si la del Chupacabras, menos sofisticada y teatral y más local en nuestro país la creyeron tantos millones de individuos y la difundieron tanto de boca en boca y a través de los medios convencionales cuando no existían las redes sociales… ¡Imaginen ahora la fuerza y el poder que tiene una mentira repetida y replicada miles de millones de veces! Y con mentira no me refiero a la enfermedad ni al virus ni al daño, sino a la historia inventada alrededor de este.

Bueno, otra vez regresando al SIDA, la versión oficial fue una gran mentira. Eso pensamos muchos. Eso pienso ahora. Es posible, pero improbable. Y lo mío es solo una suposición racional sin mayor evidencia que la del sano criterio. Pero… ¿Qué norma el criterio? Tal vez una simple pregunta dará la respuesta. ¿Qué sucedió después? 

El mercado de condones se fue para arriba, se crearon marcas multimillonarias, y con la pérdida, hubo quienes ganaron millones de dólares, que continúan ganando hasta hoy. No solo en condones, sino también  desde luego, con la fabricación de medicamentos y con el control demográfico. Y como sucede con las guerras, donde muere gente, muchos ganan.

Mi Experiencia con los CONDONES.
Tengo una gran anécdota de esa lamentable época para muchos, cuando un amigo me propuso invertir doscientos mil pesos (que yo no tenía desde luego), en la importación de decenas de cajas de condones chinos. Aunque estábamos en la universidad, este amigo me hizo un planteamiento de negocios estructurado y con visión a corto y mediano plazo, y aseguró que nos podríamos volver multimillonarios importando al mes cantidades similares y vendiéndolas a 10 veces su valor en farmacias pequeñas ya apalabradas,  antes de que las  grandes compañías comenzaran a monopolizar el mercado y nos sacaran de la jugada. En 6 meses podríamos invertir 2 millones mensuales, decuplicando nuestra inversión, pensando desde luego en una demanda que aún no existía… Pero que poco tiempo después, ¡Sí se dió!


Lo interesante de todo esto, es que me lo propuso meses antes de que el boom de los condones se disparara por los cielos, y cuando apenas se escuchaba, muy a lo lejos, hablar del SIDA. Estaba en Europa todavía y había pocos y desconocidos casos en México. De haber tenido el dinero para la inversión, y las reales ganas de hacerla, hoy sería millonario aunque, debo confesar, que no me gustaría que me llamaran “Don Condón”. Y no por otra cosa sino porque es pleonasmo, y no suena bien. Es cacofónico… lo cual tampoco suena bien; en fin, no me hagan caso. A veces me vuelvo loco.

Solo imaginen lo siguiente: En 1985, se me formuló la propuesta de negocio referida. Para el año de 1986  fue cuando se difundieron por primera vez en todo el mundo las estadísticas de proliferación del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Por lo que el auge del preservativo (sí, del condón),  estuvo íntimamente ligado al temor de contagio de la que ha sido considerada una de las peores pandemias y amenazas a la salud pública en la época finisecular.

A principios de la década de los 90’s el consumo de condones era de unas 6,000 millones de piezas al año. Para 1997,  apenas a 10 años del inicio del boom del condón,  hay versiones que indican que el consumo de estos era de 30,000 millones de piezas al año, lo que para entonces equivaldría a una industria de aproximadamente 15,000 millones de dólares al año. Una pequeña participación de ese mercado y yo estaría contándoles esta historia desde mi yate en la Costa Azul o desde una de mis islas en Fiji, porque tendría varias, seguramente.

Pero a mi modo de ver, el destino es un capitán errático que nos lleva solo a donde queremos y no siempre cuando queremos, así que lo de los condones, no era para mí. Porque no solo lo decidió mi cartera, sino yo al no movilizarme para conseguir los fondos.  Y hoy, así estoy bien. Desde mi jet privado sobrevolando a gran escala mi propia imaginación.

Pero, regresando al tema del condón, que no es el tema central de mi escrito, sino el MIEDO, permítanme llegar sin protección al clímax de esta historia anecdótico-profiláctica de mi vida para seguir con lo del miedo.  Así que concluyo este breviario del condón diciéndoles que mientras existan las enfermedades venéreas, la sobrepoblación y la promiscuidad, la industria de condones está asegurada; pero no fue siempre así. Se requirió generar una causa y el miedo necesario que abriera los ojos de todos, para generar atención, riqueza y muerte y de ella, de la causa, ya les platiqué el efecto y ya les mencioné su nombre también.

Bueno, regreso al tema del miedo.

Tipos de MIEDO

El Miedo es sin duda alguna, La enfermedad del siglo.

Un desastre natural, una movilización social violenta, una pandemia o una crisis económica severa, por mencionar solo algunas situaciones, nos hacen sentir temor y miedo. Cuando el miedo se basa en riesgos objetivos y permite a las personas prepararse y hacer frente al evento, se puede decir que estamos hablando de un miedo sano, pues el miedo forma parte del equipo instintivo de supervivencia natural con el que las especies, incluyendo la humana, rehúyen y se esconden de aquello que representa peligro. Por ello, muchas veces son los débiles quienes mayormente desarrollan ese instinto, y paradójicamente, a pesar de lo que miles de científicos afirman sobre la ley del más fuerte, en muchos casos es el débil quien sobrevive, pues mientras uno hace frente, el otro huye. Pero bueno, no me quiero ir ahora a la ciencia antropológica ni a la biología, sino al grano.

El miedo natural en principio, sin la experiencia, en nuestras primeras etapas de vida, actúa como un mecanismo de alerta. Los niños y algunas especies de otros animales nacen con un cierto miedo instintivo, que les sirve no para alertarse a sí mismos -lo cual resulta inútil pues están indefensos-, sino para alertar a sus padres o a su grupo; por ejemplo, un ruido fuerte les hace llorar o gemir. A los pequeños do otras especies, el miedo a un olor o un sonido les orillan a ocultarse, sin poseer aún la experiencia del daño, excepto la experiencia genética, transmitida de generación en generación. Aunque, hasta ahí, es un mecanismo muy  simple y auténticamente basado en lo sensitivo.

Existe un segundo tipo de miedo, que es consecuencia de la experiencia de otros y se da principalmente en la transmisión de padres a hijos. Es como un aprendizaje guiado. El fuego quema, el mar es peligroso, no confiar en los extraños, cuidado con esa especie que es depredadora, cuidado con esta planta, no te metas al río. Pero a diferencia de los demás animales – donde es mucho más sano y asertivo y procura la supervivencia-,  en el ser humano, dotado de una mente que no sabe aún emplear, yo lo relaciono como una especie de contagio frenético, pues no se da de manera racional sino impuesta. De esa forma, en muchos casos, surgen las aversiones, las fobias y las alergias, entre otros muchos impedimentos, porque en eso se convierten, y también comienza el daño a otros por miedo. Por eso muchos niños lastiman, maltratan y matan animales voluntariamente e incluso lastiman personas. Porque se les ha inculcado que son malos y dañinos, aunque no lo sean.

Hay un tercer miedo que es adquirido a través de la repetición de experiencias personales. Enfocándonos más en los seres humanos, surgen así los miedos al fracaso, al abandono, a la desdicha, al compromiso, a la soledad, a la pobreza, a la enfermedad.

La CULTURA DEL MIEDO

Y aunque puedo enumerar otros, me referiré por último a un  cuarto miedo, que es el transmitido por contagio social y cultural. Ese que es aprendido sin la experiencia y sin razonamiento. Ese miedo enajenante que paraliza el progreso mental y espiritual, individual y colectivamente. Ese miedo que es transmitido por la política, la religión, la tradición; ese que es propagado por los medios de comunicación, entre ellos desde luego hoy más que nunca, las redes sociales, y que no tiene nada que ver con nuestro aprendizaje y experiencia natural.

Ese tipo de miedo, es consecuencia de la manipulación deliberada. Y ese miedo es muy diferente, para generar control a través del daño o atrofia mental, y parte casi siempre de un mito, de falsedades y de alertas masivas. No proviene de nuestro sentido de supervivencia individual, sino de la confianza ciega e irracional que depositamos, muchas veces, en quien menos debemos o en quien racionalmente sabríamos que debemos dudar y desconfiar, pero que actúa y hace bien su trabajo al infundirnos dudas razonables y muchas veces irracionales, so pena de al no creer, acatar las terribles y fatídicas consecuencias: Así actúan los a gobiernos, las instituciones y autoridades eclesiásticas y religiosas en general, los políticos, las instituciones sanitarias, todos a través de sus propios voceros, operadores y seguidores. En pocas palabras, figuras de poder, autoridad y guía. Figuras de liderazgo.

Los miedos implantados mediante la manipulación deliberada no representan la realidad como tal, sino como un cuento de la misma. Así, una historia ficticia basada en realidades alternas y diversas se presenta como una realidad basada en ficciones alternas y diversas que muestran una realidad ficticia en la que nunca se toma en cuenta lo ficticio sino lo real aunque sea irreal, hasta confundir la realidad con la ficción como yo les estoy confundiendo ahora con este juego de palabras. El miedo implantado nos guía a aceptar, por el mismo temor, que la realidad presentada es verdadera, y entonces comenzamos a buscar en todos lados elementos que justifiquen esa creencia como una sola realidad, sin aristas, descartando todo aquello que contradiga nuestra creencia, enfocando nuestra mente en el peligro implantado y descuidando los matices de ficción e incongruencia colaterales de la historia. En fin, no quiero complicar más el texto. Ya se los explicaré en un documento más formal posteriormente.

Para alguien con un nivel de pensamiento autosuficiente, es relativamente fácil identificar cualquier discurso que intente manipular y no persuadir, pues normalmente se recurre a la amenaza de las consecuencias.

Por ejemplo, hoy en día, con el virus actual, COVID 19, que pasó de ser pandémico a endémico, se emplea una y otra vez el tono apocalíptico para referirse a la amenaza de manera global (aunque no esté en todo el Mundo) y se plantea una sola vía de solución, que es la adhesión a la política general del uso del cubre bocas y el distanciamiento y confinamiento social, aunque las demás políticas y soluciones de contención propuestas e impuestas por las autoridades encargadas del problema sanitario, político, económico  y social, en la mayor parte de los países – incluyendo y sobre todo los latinoamericanos, y mucho más en México-, sean manejadas de manera egoísta, inescrupulosa, inepta, relajada, mediocre, arbitraria, imprecisa y absurda, solo por categorizarlas de algún modo.  Lo importante es mantener a la población con miedo. Lo demás, como con el SIDA, viene después.

Solo piensen en la bizarra y repudiable campaña publicitaria encargada por el impotente gobierno en la Ciudad de México para infundir pavor en la población acerca de las consecuencias de no acatar las políticas e invitación al “voluntario” confinamiento y el distanciamiento social. Esa de la que actualmente y ya desde hace meses replican como noticia nueva una y otra vez los imbéciles pericos de las redes sociales y que según sus creadores prometía mucho, pero la cual no se implementó de manera completa. Esa en la que se dice que participaron veinte de los mejores creativos publicitarios de México, que a mi parecer como publicista –disculparán los que conozco-, son unos verdaderos idiotas, pues sus copys (textos para los no allegados a la jerga publicitaria) tienen la simpleza de haber sido escritos por un niño de 8 años y sus nada originales Story Board e ideas   amarillistas en general, son fácilmente imaginables y se vislumbran fusiladas de alguna película apocalíptica europea que de alguien que se dice profesional y creativo en la materia, y que hasta para infundir miedo necesita copiar a otros. Tal vez a uno se le pasa la mediocridad, pero ¡A veinte de los llamados mejores!… ¡Es el colmo del cinismo!  Eso sí da miedo, pero de ese tema también me gustaría hablar en otra ocasión.

Bueno, les platicaba del miedo. A raíz de la decretada pandemia, -sí, lo sé, dije decretada, porque fue una resolución dictada para ser ejecutada y originada en algún lugar remoto- los principales miedos implantados actualmente en nuestra sociedad, son el miedo a la inseguridad sanitaria, que implica a su vez miedo a la zoonosis, miedo a respirar en el medio ambiente, miedo al contacto, miedo a relacionarse y a la cercanía social en cualquier ámbito, miedo a la circulación, miedo al contagio, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte, miedo a la pérdida de algún familiar, miedo a la inasistencia, miedo a vivir como antes. También se acrecentó en mucho, y sumado al miedo implantado de inseguridad por la edad, el miedo a la inseguridad social delictiva, el miedo al empobrecimiento, el miedo al desempleo, el miedo a la desestabilidad social, el miedo a los desastres naturales, ¿Cuántos llevo?… Súmenlos y piensen, ¿con cuántos de estos miedos vivían ustedes hace unos meses, hasta antes del año 2020, y con cuántos viven hoy, a finales del 2020? ¿Me dan la razón?

Anteriormente, los miedos implantados eran alimentados principalmente por los noticiarios al servicio de los diferentes poderes, principalmente de su propia ambición.  Hoy, en mucha mayor escala, por las redes sociales y los imbéciles que sin mayor ambición ni meta que la de participar en la histeria colectiva, los confunden,  los difunden y los replican sin comprender, sin pensar, sin analizar, sin investigar, sin corroborar. Al fin y al cabo, son los imbéciles el mejor huésped portador y transmisor de información imprecisa y de sofisticadas enfermedades mentales, entre ellas la terrible enfermedad del miedo.

Por poner otro ejemplo diferente a la pandemia y sin meterme mucho en política, de la cual conozco bien pero detesto hablar: ciertos gobiernos de cierta tendencia, se dedican a implantar el miedo a la riqueza. Y su propaganda y estrategias se encargan de crear modelos que desprecien y denigren todo aquello que represente riqueza, progreso personal, grupal y familiar en escalas mayores a lo esencial. Tal vez no está mal aborrecer un poco la riqueza, que no conduce a nada bueno, excepto para el que egoístamente la goza sin compartir y sin cuidar el entorno. Pero, en vez de promover la equidad, como sería lo justo y correcto, con una mejor repartición de la riqueza y con una mejor administración, cuidado y protección de los recursos, por el contrario, promueven la pobreza, porque a ellos conviene que los votantes continúen pobres y resignados bajo el yugo del temor y el miedo a convertirse en lo que más ya odian: ser ricos. Y al ser pobres, les sigue dando miedo la pobreza. Es algo mental. Tener miedo a lo que puedes aspirar tanto como tener miedo a lo que ya no quieres ser. Eso, amigas y amigos, es MANIPULACIÓN. En términos beisbolísticos, los programan para no poder pichar, ni cachar, ni batear. Solo para votar. Y se sienten a gusto con ello. Es, y discúlpenme los actuales fármaco biólogos especializados en infectologia política por llamarlo así, un completo “efecto placebo”, donde primero se inocula el miedo que provoca síntomas de rencor, y luego se inyecta una cura que no existe, pero que brinda la capacidad de sentir alivio mediante la sustancia ineficaz e inocua de la palabrería hueca. En fin, que conste que no estoy hablando de política sino de farmacología e infectología.

A la inversa del miedo, del otro lado de la moneda, también existen muchos mecanismos de manipulación para que se ignore la gravedad de muchas verdaderas y reales amenazas que se ciernen sobre nuestra sociedad y sobre cada uno de nosotros como individuos. Entre ellos los efectos secundarios de bebidas, alimentos y medicamentos, o los efectos que ocasiona el empleo de ciertos dispositivos y tecnología electrónica y digital sobre la que muchos estudios serios tocan tema y nadie da reflector o foco a ellos, mucho menos las autoridades o quienes obtienen los enormes beneficios económicos e industriales. Pero, ese tema, también lo dejo para otra ocasión.

Piensen siempre que en nuestra cultura, como en todas, existen miedos propagados deliberadamente para controlar y manipular a los individuos y a las masas. Y no crean que ustedes no son masa. Todos lo somos desde el momento en que participamos en colectivos y perdemos nuestra propia identidad e individualidad dejándonos llevar por la inercia. Si bajan la guardia, caen. Socialmente, siempre seremos catalogados como pertenecientes a algún grupo, no como individuos. Incluso las personas como yo, que no tienen sentido de pertenencia a ningún estereotipo, excepto a la familia.

La manipulación a través del miedo no es nueva. Pero cada vez es más sofisticada e invasiva a nuestras vidas en general. Las redes sociales y la estrategia de la comunicación des informante contribuyen mucho y en todo ello a la mediocridad de pensamiento individual y colectivo. Contribuye también la ignorancia, la candidez y desde luego, en mayor medida, la estupidez. De nosotros depende aprender a distinguir las verdades de las mentiras, la prevención de la histeria, la discriminación de la distancia, las políticas funcionales de las políticas disfuncionales, los controles reales de los montajes.

El ANTÍDOTO POO61-2020

Lo cierto es que (afirmativo), SÍ EXISTE  un antídoto contra la manipulación de masas. Yo les puedo dar parte de la fórmula, pero, como es de patente propia, no les daré toda la información aquí, hasta que salga mi libro, pues gran trabajo me ha costado desarrollarla y los protocolos de experimentación y ensayos clínicos con placebos activos e inactivos han sido extenuantes. Pero, sí les compartiré algunos elementos químicos que la conforman, intentando que dejen de sentir ese abrumador efecto nocebo y ese consecuente sufrimiento provocado por tantas expectativas negativas que día a día les son inyectadas a través de los discursos y la propaganda difundidos a través de todos los medios de comunicación masiva y cautiva existentes.

PRIMERO. Informarse adecuadamente.  No crean todo lo que oyen, lo que ven o lo que leen. Emplear fuentes confiables es primordial.

SEGUNDO. Forjar una opinión propia. No permitir la influencia de nadie a su libre pensamiento. Dejar de asentir aprobando lo que dijo otro antes de pensar. Dejar de disentir sobre lo que dijo otro antes de pensar.

TERCERO. Desconfiar de todo. Principalmente del amarillismo, del dramatismo forzado y de los discursos que basan su veracidad y valor en el miedo y la amenaza inminente y apocalíptica.  

CUARTO. No caer en la estupidez. Recuerden que el miedo es una droga, que impide racionalizar la información sensorial percibida. Ser cauto es una cosa. Ser temeroso e inseguro otra. Y ser estúpido, una muy diferente. Conozco personas, muchas personas, hoy más que nunca, que por miedo a morir de COVID, tienen miedo de vivir. No caigan en el juego que todos juegan.

QUINTO. No difundir mentiras. Sean cautos, pero eviten, en la medida máxima, difundir mensajes de miedo que causen pánico.

SEXTO. No criticar, juzgar o violentarse sin pensar. Agredir a otros de la manera que sea por ser incitados al miedo es de personas insanas. (Mucho recuerdo a la vecina que denunció al vecino por celebrar el cumpleaños de su hijo en familia y privado. El colmo de la locura social. Y con locura me refiero a la vecina). Criticar a otros por miedo es insano.

SÉPTIMO. Vivan sin miedo. Eviten vivir con miedo. Vivan felices. Tienen vida. Vívanla, hasta que mueran. Y no mueran antes de vivir.

Juan Carlos Poó Arenas