Déjenme contarles una de héroes, incendios y fotografías.

La que yo viví.

Por Juan Carlos Poó Arenas / Vierrnes 30 de Enero 2015.

cq5dam.thumbnail.624.351A raíz de los recientes y lamentables acontecimientos del día de ayer en la Ciudad de México, donde se incendió y derrumbó el hospital maternal infantil de Cuajimalpa debido a la explosión provocada por la fuga de gas LP de un camión que se encontraba suministrando dicho combustible, el policía Mauro Enrique Vera se convirtió en el héroe nacional del momento tras haber rescatado de los escombros a un pequeño bebé.  Su heroísmo fue conocido y reconocido en todo el mundo gracias a difusión mediática la fotografía que le fue tomada por una compañera policía con su teléfono celular en el momento preciso en que el policía auxiliar Vera Suárez sacaba acunado en su brazo izquierdo al pequeño mientras levantaba el brazo derecho señalando a sus compañeros el lugar donde se encontraban otras víctimas urgiéndolos verbalmente a apresurarse para rescatarlos.

El heroísmo del Mauro Enrique Vera es real, y su reconocimiento mundial bien merecido. Sin embargo, no es el único héroe de la historia, ya que entre sus compañeros otros también lo son por arriesgar sus vidas para salvar otras. La gran diferencia entre la identificación y el reconocimiento o permanecer en el anonimato permanente es un pequeño aparato que hoy mide no más de 10 centímetros y que se llama teléfono celular con cámara digital integrada.  Lo curioso es que mientras todo mundo habla de Vera Suárez, nadie habla de su compañera, la que tomó la fotografía, y menos mal ya que en mi opinión, policías como ella deberían ser expulsados de las corporaciones policíacas para, en el mejor de los casos, ser enviados a solicitar chamba en las filas de reporteros gráficos para medios periodísticos. Les explicaré por qué y aquí es donde comienza mi anécdota.

Hace un par de años (en cuanto encuentre la fecha exacta en mi agenda la anexaré a este artículo), llegaba yo a la zona de Casas Viejas, un lugar de habitantes pobres e informales apostados junto a las vías del tren ubicado por la zona de Acueducto de Guadalupe, al Norte de la Ciudad, que está precisamente en los límites del Distrito Federal y el Estado de México. Me dirigía al barrio aledaño donde rento una pequeña casita con jardín que empleo para albergar algunos perros y gatos propios que han sido rescatados de la calle por abandono, maltrato o atropellados y a la que acudo diariamente para darles de comer y supervisar que todo marche en forma y que los animales se encuentren bien.

Al entrar a la zona, circulaba a un lado del Río de los Remedios, cuando me percaté que había un incendio fuera del fraccionamiento donde está la casita. Estacioné rápidamente mi automóvil para acercarme y ver de donde provenían las llamas. Era una casa de cartón donde vivía un indigente acumulador de basura junto con 5 perros adultos que lo seguían y 6 o 7 cachorros de dos meses aproximadamente. Me apresuré a incorporarme a las filas de apoyo para sofocar las llamas con cubetas de agua, pues nadie poseía manguera y la choza se encontraba a por lo menos 30 metros de distancia de la casa más cercana. Los vecinos colaboraban; jóvenes y adultos lo hacían. Las mujeres también. Cada uno hacía su esfuerzo por extinguir el fuego.

Debido al acceso limitado para llegar, los bomberos tardaron en ingresar a la zona, tiempo suficiente para que todo ardiera.

Al preguntar y enterarme  que el indigente de la choza había salido al comenzar el incendio, me acerqué a él con la finalidad de saber quién más se encontraba en guarida improvisada; ahí fue donde supe que no había más humanos y de los  perros que vivían con él. Me acerqué lo más que pude, lo más que permitían las llamas. Expresar el dolor emocional que sentí al escuchar los aullidos y gemidos sería estúpido de mi parte. Aullidos y gemidos que poco a poco se iban apagando, ante mi desesperación y la de muchos otros.

Ninguno de los cachorros pudo salir pues el hombre los mantenía aprisionados por las noches entre tambores de cama, alambres y rejas improvisadas; la madre de estos tampoco salió y otros dos adultos que quedaron bajo los primeros escombros. Un perro macho adulto fue el único que pudo escapar y se mantenía alerta pero distante, por lo que no supe si había sufrido alguna quemadura o estaba lastimado.

Alrededor del incendio se habían apostado cerca de cuarenta elementos de la policía auxiliar, no sé si del DF o de el Estado de México o mezclados. Sin embargo, ni uno solo de ellos tomó una sola decisión; ninguno se acercó al indigente para tomar declaración, o saber quién estaba adentro;  ninguno tomó una cubeta, ninguno hizo el intento por acercarse siquiera al lugar para ayudar con tierra o dirigiendo las maniobras. ¿Saben lo que hacían los policías auxiliares? ¡TOMABAN FOTOGRAFÍAS CON SU CELULAR!

Al observar esto,  pregunté quién era el comandante y me apresuré a recriminarle. Al no obtener respuesta lo amenacé con denunciar su actitud y la de sus elementos ante las autoridades competentes. Se limitó a decirme que ellos no podían hacer nada porque era asunto de los bomberos. Nada, excepto tomar fotografías. Unos tomaban del incendio que había en las paredes de cartón y los alambres retorcidos a distancia prudente; otros se tomaban “selfies” y otros, se atrevían a pedir a sus compañeros que les tomaran las fotos posadas con la escena del incendio atrás; siempre sonrientes o en postura de héroes para salir bien en la foto. Recuerdo que lo último que dije al comandante fue: “Ustedes no tienen madre”. Y me retiré. Los bomberos habían llegado. Cuando terminaron, solo huesos y escombros. Y un indigente drogadicto más a la deriva.

Esa noche lloré amargamente deprimido escuchando los gemidos apagados de los perros. Los que no pudieron salir. Y odié para siempre a los policías que toman fotografías en el lugar de los hechos cuando su labor es de rescate, auxilio y apoyo.

El verdadero heroísmo está en quien reconoce no ser un héroe. En quien no busca serlo y en quien un día descubre su inmensa capacidad de arriesgarlo todo por salvar una vida.

Los héroes no buscan reconocimiento, ni fotos, ni aplausos, ni abrazos ni fama. Mucho menos dinero. No se es héroe por preferencia o decisión, sino por condición y circunstancia.

Cuando un ciudadano o un periodista gráfico toma una foto en el lugar de una tragedia para documentar, se puede considerar que o es su trabajo, o estaba en el momento y lugar preciso sin intención previa.

Intento_de_extorsion_de_policias-propietario_de_una_miscelanea-denuCuando una autoridad  debe acudir para ayudar y auxiliar, se supone que cuenta con información privilegiada y está autorizada para los accesos que conlleven a facilitar su trabajo. Tienen  repito, autorización y privilegio con ese fin. Pero, si en vez de ayudar toman fotos, no es ético. Su labor no es reportear. Son autoridades para ayudar a civiles,, no para lanzar a la fama a nadie ni para exponer casos gráficamente. Tampoco son investigadores forenses. Son policías de auxilio… «auxiliares» vamos. Sus manos son necesarias para algo más importante que disparar un obturador.

¡Claro que los testimonios gráficos son los que nos ayudan a comprender mejor los hechos! Pero son más valorados cuando vienen de civiles o de especialistas y no de los actores que deberían estar actuando.

El policía auxiliar Mauro Enrique Vera no tiene la culpa de haber sido captado en una fotografía mientras efectuaba un rescate. Es, junto con otros que no lucieron, un héroe.

visita_pena_29012015Quien tomó la foto no lo es. Como tampoco lo son los políticos que se toman las fotos junto a las víctimas en el hospital ABC, ni los policías que piden la foto del recuerdo, ni tampoco lo son aquellos que se dicen ser protectores de animales y se jactan en facebook de sus hazañas al videograbar o fotografiar los rescates que hacen en las grandes avenidas o en carreteras a costa de arriesgar la vida del animal en cuestión. Ellos, son personas con el ego muy inflado o con la autoestima por los suelos. En busca de reconocimiento de algo que ellos mismos y para sí mismos reconocen discretamente no ser. Los políticos… pues son políticos, y su lucimiento estriba  en la esencia de su actividad populista. Deben lucir porque santo que no es visto no es adorado. Dependen de ello para subsistir.

En las corporaciones policiacas existen muchos héroes, y otros que sin serlo son y pueden ser excelentes elementos. Pero también hay los que estorban, los que ensucian, los que no hacen ni lo intentan.

¿De quién depende  descubrir lo valioso y eliminar lo inservible? De cada uno de nosotros.

La heroína que tomó la foto:

La imagen fue captada en el instante por el teléfono celular de su superior, la policía segundo Patricia Hernández Avilés  en la foto dio la vuelta al mundo.

El esfuerzo no siempre es recompensado.

A pesar del gran esfuerzo del oficial Mauro Enrique  Vera Suárez, las autoridades confirmaron que la bebé que rescató de entre los escombros, falleció producto de las lesiones que tuvo por la explosión.

Otro de los muchos héroes, que no fue fotografíado.

mex4300115Liborio Vélez Morán. Policía auxiliar responsable de la caseta del hospital. Ayudó a desalojar 2o víctimas. El 80% de sus vías respiratorias resultaron con quemaduras por encontrarse al momento de la explosión. Se debate entre la vida y la muerte.

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