PERIODISMO Y TAUROMAQUIA

Apología a lo Grotesco

Por Juan Carlos Poó Arenas  / 15 de Febrero de 2016

De entre los pocos periódicos que conozco que aún tienen interés en  promover  la tauromaquia y publicar  las reseñas sobre  las corridas de toros dominicales en la Plaza México (¿dije pocos?), -ya sea por afición de los propietarios de los medios, por su amistad con los empresarios taurinos, o su amistad con los políticos y multi empresarios que acuden y aplauden, o bien por decisión de los ejecutivos del mismo, o porque poderoso caballero es don dinero y cualquier anunciante es bueno aunque sea incorrecto mientras aporte ingresos por la compra de espacios publicitarios-  ninguno de estos periódicos se salva de caer en la complicidad del daño, no solo por las absurdas e indignas apologías a la tortura, la sangre y la muerte que sus intrincadas narrativas intentan exaltar con tono romántico, exponiendo de forma indolente y pretenciosa sus conjeturas  hacia una aparentemente sutil pero  inútil y falsa expresión poética de lo inenarrable, que enfoca  su atención hacia el sentir de la afición y las glorias o derrotas del matarife,  mas nunca hacia el sufrimiento de los animales pues ello para tales exponentes, para todos ellos, no es relevante e incluso niegan su existencia.

Grotescas narrativas, sí. Grotescas publicaciones, también. Pero valor no es lo mismo que dinero y aunque  la noticia vende aunque no valga, no todo lo que vende es noticia.

Por ello es también incomprensiblemente grotesca la posición estratégica que se da al mensaje dentro del medio.

El periódico. Un medio que comunica violencia. La noticia que vende en sí lo es. Un medio que comunica caos. Los periódicos viven del caos. Un medio que comunica desesperanza. La noticia que triunfa, la más leída, la más apreciada por los periodistas,  siempre es la peor noticia. Todos lo sabemos. Un medio que comunica también, por qué no decirlo, mentiras. Mentiras oficiales unas y otras no oficiales. Y en medio de todas ellas, una que no se ve tan mala. Una catarsis a la violencia social, a la mentira intuida  y a la agresividad pasiva del lector. La muerte de un animal a manos de un maestro, de un artista, de un héroe.

Las corridas de toros son presentadas como una sana tradición que emerge entre el caos del mundo contemporáneo. Todo, o casi todo, es presentado con crudeza, que satisface la voracidad mórbida  y la necesidad escatológica de comer la mierda del mundo y saborearla a distancia. Todo es presentado crudo, excepto la tauromaquia.

La tradición tauromáquica no se vende como violencia, sino como esperanza. Así pues, la próxima corrida y su cartel, prometen.

La crítica a esta no se vende ni se presenta como desprecio al quehacer de ella, sino como erudición constructiva. Quien sabe de toros, sabe de arte, destreza y corazón. Y su voz, es la panacea de la verdad para mejorar la técnica. Es el crítico quien nos dice lo que es correcto y lo que no. La muerte y la tortura son correctas. Pero la forma tiene sus técnicas a seguir.

En tauromaquia, la noticia no se vende como información, sino como evaluación.

La polémica se abre camino. Pero siempre se le oculta el camino a la razón.

El desencanto solo se presenta si la destreza en la tortura y la muerte no ha sido suficiente para satisfacer a la afición.

Las orejas y el rabo no son partes anatómicas de un ser sensible que padeció infortunios, sino trofeos inertes de un ser cuya existencia únicamente es justificada por su servicio al sadismo.

En las reseñas de tauromaquia, la hombría y la femineidad no son cuestiones de género, pero se miden, admiran  y aplauden por la destreza de infligir algo que ellos, los aficionados, los críticos y los expertos,  no llaman dolor, sino de otra forma. Algo así como faena. Algo así como lidia.

Los protagonistas no son presentados como terroristas, ni como psicópatas; no son exhibidos como anormales; tampoco son mencionados como delincuentes, torturadores de animales o asesinos en serie. Tal vez en un acto necesariamente honesto son descritos halagadoramente como matadores. Pero sobre todo, como figuras.

En las reseñas taurinas, no se rompen paradigmas. No se enfrentan verdades, no se abofetean las mentiras.

En las reseñas taurinas, la noticia no encara; celebra.

En las reseñas taurinas, la ignorancia es de todos, menos del que dice que sí sabe.

En las reseñas taurinas los actos de tortura no se describen como tales, sino como suertes.

La rabia es festejo. La indecencia júbilo. La perdición es ganancia.

Muchos aún aseguran  que la tauromaquia es arte. Sin embargo, las páginas culturales de los periódicos están llenas de museos, escritores, pintores, escultores, ópera, músicos y poetas; pero jamás, nunca, un solo torero. Porque la tauromaquia como noticia cada día es más como paria. Su lugar es el más bajo. El más lejano. Aunque siga habiendo quien intente su rescate reseñando y anunciando su mítico valor.

Sus privilegios noticiosos se dan por su paga, aunque siempre deja en claro su irrelevancia.

Para los periódicos, la tauromaquia es una prostituta de temporada.

El espacio para ellos y sus perversas suertes es si acaso, la sección deportiva, aunque su desquicio  ni sea ni esté considerado un deporte.

El lugar de la reseña taurina  en el espacio impreso periodístico debiera ser tal vez la nota roja. Pero la nota roja no paga. La tauromaquia sí. Por ello se le acomoda. Por ello se le destina un hogar semanal en el print  y desde hace tiempo también en la web.

Y por ello muchos como yo, durante algún tiempo todavía debamos detenernos por unos instantes a vomitar sobre de ella y rezar por las víctimas, para después sin ningún miramiento, sepultar en el olvido a los ejecutores… sin poder olvidar jamás el daño que hacen.

Y mientras unos escriben sus reseñas apologistas a favor de la tauromaquia, rezo por que más y más escriban por la verdad que un día erradicará a las bestias, y me refiero a las verdaderas bestias.

Juan Carlos Poó Arenas

La tauromaquia no es más que una serie de PERVERSIDADES practicadas sobre un animal inocente por COBARDES actores con careta de valientes, para satisfacer el SADISMO de masas sanguinarias e indolentes.

La tauromaquia no es más que una serie de PERVERSIDADES practicadas sobre un animal inocente por COBARDES actores con careta de valientes, para satisfacer el SADISMO de masas sanguinarias e indolentes.