MEGAN.

En tu memoria

Descanse en paz 02 octubre 2017

Ella es MEGAN. El pasado domingo me abordaron en la calle una señora de la tercera edad y su hija de 40 años, llenas de lágrimas en los ojos. Durante casi una hora sin dejar de llorar, me explicaron la terrible situación que vivían al ver a MEGAN, su perrita labrador de 14 años, que no podía mantenerse en pie desde hacía más de 15 días.. Padecía una enfermedad metabólica incurable Sin recursos económicos para pagar una consulta pues viven con solo $1,500 pesos al mes; sin nadie más que les tendiera la mano; desesperadas por no poder ayudar a la perrita que criaron desde bebé y y sin el interés de los veterinarios de la zona a quienes acudieron  que les apoyara con buena voluntad y vocación real. Mezquinos de mierda esos dos a quienes acudieron y quienes condicionaron más de $800 pesos para eutanizar a MEGAN sin ofrecerse a ir al domicilio, a pesar de que las mujeres viven en el segundo piso de una unidad habitacional cercana, y no contaban con alguien que las ayudara a trasladar a MEGAN a las clínicas. ¡Ya me escucharán esos dos mequetrefes hijos de puta!

Desesperadas me abordaron por referencia de quienes me conocen y saben que amo a los animales pero también a las personas buenas. Triste historia.

Ayer lunes, acudí con un veterinario para valorar a MEGAN, quien infortunadamente ya no debía luchar más pues su muerte cercana era inminente.
Tal vez padeciendo unos meses más de estoica agonía.

Me enamoré de ella. Un bombón de perra. Y me enamoré de su familia. Tanto amor a veces debe tomar las decisiones difíciles. Decidimos que la muerte era el mejor remedio a su dolor, y con la venia de la familia, eutanizamos a MEGAN, quien partió llena de besos y abrazos que le dimos, y rodeada del amor de su familia y de nosotros, mi hijo de 10 años, mi amigo Jacinto (veterinario de gran corazón como deberían ser todos), y yo, un simple desconocido que se convirtió en su fan número 1, pues el carisma de MEGAN, su carácter indomable y cariñoso, sus lengua insaciable que recorrió mi cara de manera incansable, su valor al soportar tanto dolor para seguir unido a su familia, me dejó una huella imborrable en la mente, el corazón y el alma. Y hoy, doy gracias porque aunque fui yo quien acabó con su vida, dejó de sufrir.

Gracias MEGAN, porque bastaron unos minutos de conocerte para conocerte de toda la vida. Gracias MEGAN, por formar también parte de mis recuerdos más entrañables y por permitirme apoyarte. Ahora es tiempo de ayudar a tu familia a seguir adelante sin tu presencia.

AMIGOS, AMIGAS. Damnificados HAY TODOS LOS DÍAS. CON SISMO O SIN SISMO.

A diario, a la vuelta de la esquina, hay siempre alguien que nos necesita.
No descuidemos nunca la oportunidad de ayudar a alguien. La lana va y viene. Hay quienes la tienen y son mezquinos y miserables con ella y no la comparten. Pero invertido para resarcir y atenuar daños, el dinero que se va siempre llega multiplicado en bendición.

Juan Carlos Poó A.